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UN CANTO A LOS VINOS


Con Kaikén aprendí que cuando el Merlot es bueno, es espectacular.

El año pasado en el almuerzo de presentación de su Ultra Merlot conocí también los más altos de su portfolio, y fue un camino de ida. Todas sus líneas me gustan, que no es algo de lo que muchas bodegas puedan alardear; desde sus Estate, los más chiquitos de la familia con su gran RPC, hasta el MAI que bueno, es todo lo que un icono debe ser.

Pero además de sus vinazos Kaikén tiene un enólogo maravilloso y una bodega espectacular.

La trinidad perfecta.

A Rogelio Rabino (el Roger) ya lo conocía de aquella presentación del Merlot y me había copado su buena onda, su apasionamiento y su humildad (típica de los más genios), pero a la bodega nunca había ido, y me encantó. Y eso que, sin querer hacerme la canchera, he visitado bastantes bodegas all around the world.

Primero nos llevaron a recorrer los viñedos y bajamos a una calicata para ver de cerca el corte transversal y la composición del suelo, está buenísimo cómo se distinguen perfectamente las distintas capas de arena, piedra etc. para entender un poco mejor el terroir. Después paseamos por el enorme jardín divino que tiene en el medio un quincho en donde a veces hacen pollo al disco o alguna carne a los fuegos, lástima que fuimos a visitarlos por la tarde (aunque la picada que nos prepararon no se quedó atrás).

Paso tres, a recorrer la bodega. Un edificio enorme del año 1920 que lo tiene todo: infraestructura de avanzada, rincones antiguos y un subsuelo lleno de magia.

Quienes siguen mi cuenta de Instagram habrán visto los videos que subí, pero las sensaciones no se pueden atrapar con una cámara, y no saben lo flash que es estar ahí.

La parte de tanques de acero y piletas de concreto que está arriba es inmensa (tienen capacidad para 7 millones de litros al año) pero es el subsuelo el que esconde lo mejor. Recorrer los pasillos subterráneos, escuchar los hipnóticos cantos gregorianos que acunan al vino las 24 horas en la sala de barricas bajo la custodia del ángel (o la ángela, porque es mujer) y probar joyas directo del roble , las pequeñas cavas de piedra que se esconden tras rejas antiguas donde estiban colecciones privadas, y allá más lejos el salón estilo medieval donde hacen su espumante, un perfecto Brut con el puntilloso método tradicional.

Todo ese recorrido guiado donde te van contando cosas super interesantes es muy difícil de transmitir; hay que vivirlo en persona.

Al terminar de conocer cada parte de la bodega, nos llevaron hasta la sala de catas en donde ya nos esperaba la picada y 12 copas ordenaditas en cada lugar. SI, DOCE.

Apareció al instante Rogelio sonriente con un par de botellas sorpresa sin etiquetar que llenó directo de los tanques mientras venía de camino a encontrarnos. Entonces, íbamos a probar 14 vinos. SI, CATORCE.

Espumante, blancos, rosados y tintos, uno mejor que el otro, escuchando al mismísimo creador contando los detalles de sus reconocidos vinazos con el plus de las dos perlas que tuve el honor de probar antes que el resto de los mortales. Se imaginarán lo feliz que fui.

Y reafirmé en cada sorbo lo que dije al principio, me gustan todos los vinos de esta bodega. Pero claro, tengo mis tres preferidos que jamás faltan en mi cava personal: TODA la línea Ultra para mi es imbatible, está a la altura de vinos mucho más caros, pero de ellos me confieso la presidenta del club de fans del Ultra Merlot, una cepa abandonada por las bodegas y que en este ejemplar demuestra que es capaz brillar; el Estate Sauvignon Blanc-Semillón es otro que me puede, y suma que es de los más accesibles de la familia; y bueno, por supuesto mi adorado Obertura, un Cabernet Franc hermoso que me sigue enamorando en cada botella que abro.

Si no hubiera sido que teníamos que irnos al aeropuerto nos quedábamos hasta que nos apagaran la luz. Charlar con Rogelio siempre es una maravilla, y si a la vez estás probando catorce de sus vinos es la gloria total.

En resumen les digo de nuevo que tienen que experimentarlo, y casi que es una orden porque de verdad creo que nadie debería ir a Mendoza a visitar bodegas sin pasar por Kaikén.

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