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ESCAPADAS (parte I)

4 AMIGAS - 4 DÍAS - 4 BODEGAS

Quería ir a Mendoza antes de fin de año y elegí el finde largo de diciembre en el que justo inauguraban el nuevo aeropuerto (que es el mismo Plumerillo de siempre con nueva pista, nuevo edificio, nuevo look). Iba a ir sola pero cuando lo comenté en un grupete de amigas amantes del vino las tres me gritaron a coro YO VOY. Y así fue como terminamos las cuatro viviendo una especie de viaje de egresadas pero mejor, porque teníamos auto y edad para tomar bien.

Aterrizamos a la medianoche y ya nos esperaba Miguel con el cartelito de ENOLÓGICAS para llevarnos a nuestro apart del centro de la ciudad.

A primera hora de la mañana la empresa de autos de alquiler estaba en la puerta del complejo para dejarnos el Toyota (un placer que te hagan delivery vehicular) y tipo 10 am, bien desayunadas, arrancamos la aventura guiadas por el GPS al son de Ricky Martin con su nuevo hit "Vente pa´ca" a todo volumen (hay videos al mejor estilo Carpool Karaoke que espero nunca salgan a la luz). Llovía y hacía frío y yo había empacado como para ir al desierto, ni una camperita de jean entre las musculosas y el protector solar. Por suerte mis amigas son precavidas y me prestaron un par de cosas para no agarrarme neumonía en el primer paseo (that's what friends are for). Ellas no tenían la menor idea de lo que íbamos a hacer durante los cuatro días, yo me había encargado de contactar bodegas y enólogos que me encantan para armar un itinerario a mi gusto, y ellas confían en mí al punto de ni preguntar. Lo bien que hacen

Siempre fui yo al volante (me dicen Carola Casini) y ese primer día me tocó hacerlo bajo la lluvia hasta Tupungato, Valle de Uco (mon amour) a horita y pico de la ciudad. Había elegido comenzar la cosa con ATAMISQUE, una bodega de la que me gustan todos sus vinos, desde el más chiquito hasta el ícono top.

Cuando me contacté con ellos fueron super copados al instante (porque no sólo de buen vino se hace una gran bodega) y nos armaron una visita exclusiva para las cuatro en donde Javier, un amoroso total, nos llevó a recorrer todo ese edificio increíble que se construyó respetando el paisaje, siguiendo sus colores y replicando, si se lo mira así de frente, las distintas capas de ese suelo como se verían en un corte transversal.

El dueño de Atamisque es un señor belga-francés que conoció Mendoza por su trabajo de alto ejecutivo hotelero y se enamoró a tal punto que se mudó ahí junto a su esposa Chantal, quien al haber tenido un padre bodeguero allá por Beaujolais Francia, se re enganchó con la idea de su marido de ser viticultor. Hoy la pareja ronda los 80 años y siguen involucrados a pleno en este proyecto que aman y que hoy tiene 125 hectáreas, modernísima bodega propia, restaurante, lodges para dormir entre los viñedos y cancha de golf.

Esta historia nos contaba Javier en la galería de afuera, mirando los viñedos mojados por la lluvia mientras nos daba un Serbal Chardonnay, super fresco, para no empezar el tour con las manos vacías. Arrancamos bien.

Nos llevó por la enorme planta de tres niveles y arquitectura minimalista, con unas ventanitas que dejan admirar partes del increíble paisaje de verdes y de montañas, y nos explicó el proceso desde que llegan las uvas hasta que se embotella el vino. Nos fue mostrando para qué sirve cada maquinaria de impactante tamaño y brillante color acero: dónde se despalilla, dónde se macera, dónde se fermenta, y respondió con paciencia y sonrisas cada pregunta de este cuarteto curioso que quería saber todo, y más.

Pasamos después a la sala de barricas en donde nos convidó directo de una con otro Chardonnay, éste de la línea Catalpa, para que entendamos bien la diferencia de la misma cepa blanca cuando es joven y fresca y cuando pasa por barrica de roble francés.

Al terminar el recorrido que incluyó visita al ala de espumantes y explicación del método champenoise, nos llevó a la salita de degustación en donde nos tenía preparados seis vinazos + un espumante de Philippe Caraguel (el director de enología de la bodega); se imaginarán nuestra sonrisa de dibujito animado japonés mirando esa puesta en escena. Uno a uno nos fue explicando las características de la cepa y el concepto de cada vino, todo con palabras simples para que cuatro chicas con varias copas adentro pudieran entender; y juro que detectamos en los vinos un montón de cosas que nos decía y otras que nos había explicado momentos atrás. Somos muy buenas alumnas cuando nos gusta la materia.

Arrancamos con el Serbal viognier, una perla blanca que a mí ya me venía gustando. Seco, cítrico, con algo de flores y un no se qué tan particular de esta cepa que cada día me va mejor.

Seguimos con el Condeminal (bautizado así en honor al abuelo de Chantal) Cabernet Sauvignon, un vino joven pero firme y con linda estructura pese a no tener nada de madera.

Después el Serbal Cabernet Franc (mi chiquito hermoso) con 6 meses de crianza en tanques de acero inoxidable y ese maravilloso sello Franc que cuando es bueno, como este caso, es lo más.

Pasamos para la línea de arriba con el Catalpa Assemblage, un blend de Franc, Merlot, Malbec y Cabernet Sauvignon que pasa 12 meses en barrica y sale hecho una maravilla; complejo, sedoso, con estructura y un final que sabe a perfection.

Subimos a los tope de gama con un Atamisque Cabernet Sauvignon, 14 meses en barrica nueva y una potencia que te llena la boca de felicidad. Imponente y con toques vegetales como buen Sauvignon pero también con mucha fruta, característica que le da a la cepa esta región de Uco.

Y cerramos con el ícono de la bodega, el Atamisque Assemblage, un Señor Blend. Es el corte perfecto de Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot y Petit Verdot, con 16 meses de barrica nueva de roble francés y una elegancia que te hace ponerte de pie para aplaudir.

Y de hecho lo hicimos, cuando sirvió el espumante de despedida aplaudimos a ocho manos al Assemblage y a los otros vinos, a Javier y a todo Atamisque por esta experiencia wow.

Pero ahí no se terminaba lo bueno, mientras sacábamos las últimas fotos Javier nos informa que estábamos invitadas a almorzar en el restaurante de la bodega, a 1 km de la finca. Nos estaban esperando allí con todo listo para un late lunch (ya se habían hecho las 3 pm entre pitos y catas). ¡No podíamos creer tanta maravilla junta!

Con las botellas que nos compramos en el shop despedimos a Javier con selfie, besos y abrazos y nos fuimos hasta EL RINCÓN, un lugar divino rodeado de verde con su propio criadero de truchas y una vista a las montañas que se podía disfrutar incluso con la lluvia.

Allí el menú es de tres pasos con dos copas de vino, por supuesto (y por suerte) de la propia bodega. No queríamos dejar de tomar los Atamisques ni locas.

La entrada ese día fue de ceviche, chupín de lentejas y empanadita de roquefort, y para el primer plato podías elegir entre pastas, una carne roja y tres opciones de trucha. Yo mas vale que me pedí la Trucha Atamisque, y no me equivoqué. Con las especias justas, cebollita y zanahoria glaseada envuelta en una finísima masa con un acompañamiento de verdes y rojos. La recuerdo y me se me cae un lagrimón. Quise maridarla con Pinot Noir y debo decir que mi elección fue impecable. Después, como si esto fuera poco, de postre te traen una degustación individual en donde probás un poco de todo, desde brownie de café hasta tiramisú. Los acompañé con un Malbec, ya que no habíamos tomado esa cepa en todo el día y como que le extrañaba un poquito.

El lugar estaba lleno, y claro, si todo ese menú delicioso tiene un precio final de $415. Acá en BA un lugar de ese nivel con 3 pasos impresionantes y 2 copones de vino top no baja del doble.

Después de mucho café bien cargado para manejar mejor, sin tener ganas de irnos nos tuvimos que levantar; ya se estaba haciendo tarde y teníamos un largo camino a casa.

Llegamos al apart tipo 19 hs. con la idea de ducharnos y salir a romper la noche mendocina pero toda la emoción del día (y todo el vino) nos dejó agotadas, con lo que nos decidimos por una pizza delivery y agua de la canilla (que era Villavicencio chicas, pueden creer que de los grifos sale agua mineral??? Sólo en Mendoza). Y así nos quedamos tiradas y felices en el apart mirando las miles de fotos y videitos de ese primer día increíble, recordando cada cosa que aprendimos, y bebimos, en esta bodega que por algo está tan premiada por los que saben en el mundo entero.

Tipo medianoche nos desmayamos, teníamos que descansar bien porque el día siguiente empezaba temprano y nos deparaba una aventura inesperada, que ya les voy a contar.

¡GRACIAS ATAMISQUE! Y mil gracias Jean-Edouard por hacer esto realidad.

To be continued... y chin chin!

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